jueves, 24 de febrero de 2011

Esperanza (1era parte)

La ilusión de la esperanza

Cinco días consecutivos llevo, hasta ahora, preguntándome o echándole coco a la pregunta ¿Qué es la esperanza?, porque todo el mundo dice que es lo último que se pierde y que es una la fuerza que nos mantiene vivos etc. Pero yo no logro comprenderla. No lo sé bien pero me parece que el concepto del diccionario reza algo como esto;

Es la confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea.

Esto último (el concepto) me pareció muy gracioso, y quise hacer un análisis sobre cada palabra que el contiene a ver qué pasa.

1)      Confianza: Lo que en mi idioma significa seguridad en algo, y... ¿Qué es seguro en la vida?

2)      Ocurrirá: Futuro indicativo de ocurrir. ¿Futuro? Claro…, tenemos seguro un futuro ¿Verdad?

3)      Logrará: Futuro indicativo. Conseguir lo que se INTENTA. Para mí, es lo mismo que el concepto anterior pero se usa una palabra más sensata (en mayúsculas).

4)      Desea: Querer o aspirar a algo con vehemencia y anhelo. Simplemente eso: Querer.

Hasta aquí todo va bien, ¿o no?, si se observa la palabra como una más de las que siempre usamos en nuestro día a día sin tener idea de que significa, no pasará nada, no podemos darnos cuenta de que en sí, la palabra, no significa nada. Más allá de que no signifique nada, puede que tenga hasta un significado negativo.

En lo personal no creo en la esperanza, es un lastre, y es un desastre que la humanidad base su existencia en conceptos tan efímeros como este y como otros peores, pero más desastroso aun es la facilidad con la que esta es aceptada entre nosotros. El amor, en nuestro vocablo, tiene un tinte romanticón y algo menos serio. Lo utilizamos con frecuencia en conversaciones banales pero no importa, porque todos, al final, sabemos que quien usa la palabra no tiene idea, al igual que quien la oye, de que significa, pero la palabra esperanza es diferente. Nos jactamos de utilizarla en todo tipo de frases para expresar las ganas que tenemos de que exista un futuro posible (futurible) en el que nuestros deseos se hagan realidad, un poco así como soñamos con un genio mágico dentro de una lámpara, y mientras tanto ¿Qué pasa? Mientras tanto esperamos, nos sentamos en una esquina a imaginar lo bueno que va a ser cuando improbablemente pase lo que queremos que pase, eso es esperanza; no hacer nada.

El tiempo en nuestras vidas tiene un papel fundamental, quizá podría decirse que somos solo un pequeño saco de piel, roto por un costado y relleno de segundos, segundos que se escapan poco a poco por la ranura del costado y que nos dejará, con toda seguridad, vacios algún día. Si esto es así, y estamos todos de acuerdo que lo es, entonces la esperanza sería una filosa hojilla que se mete en nuestros sacos de piel, con el único fin de hacer de la pequeña ranura del costado,  un hueco gigantesco por el cual los segundos no tendrán objeción en salir despavoridos.

Es injusto entonces que la humanidad tenga tan en alto este concepto, esta palabra vacía y sin sentido, este ladrón de segundos. Si algo debemos hacer, como especie “inteligente”, es dejar de lado actitudes de debilidad como la de tener esperanza en que las cosas pasen. En su lugar, el autor de este breve pensamiento escrito propone; la palabra acción*. Esta palabra arroja sobre nuestro tiempo restante (futuro) un concepto más factible como lo es la posibilidad ó la probabilidad, estos conceptos son más confiables y menos propensos al desastre planificado de la esperanza.

Si se tiene esperanza en un amor**, esta esperanza debe ser reemplazada de inmediato por la palabra acción, la acción (el hacer), nos llevará de una manera muy rápida a una conclusión de probabilidades. Así sabremos si será posible el amor*** o no, y de no serlo podremos  avanzar sobre él para no perder los segundos por la ranura del saco.


* (Actúa ya)
** (Ejemplo de uso banal de la palabra amor)
*** (Ejemplo de uso banal de la palabra amor)

miércoles, 9 de febrero de 2011

miércoles, 2 de febrero de 2011

Simple

¿Por qué nos atrae tanto la fotografía? (o por lo menos a mi) –me pregunto- quizá es esa sensación de inmortalidad del momento en el que se toma la imagen… nah!

Preguntamos a muchas bocas y todas dicen lo mismo pero de manera distinta: que no saben.
Otros, un poco más originales, se lanzaron una explicación bohemia con tintes impresionistas
 –Claro quién me manda a preguntarle a un fotógrafo de fotografía- acerca del tema.

Nadie, luego de un buen tiempo, supo responder ¿qué pasa con las fotos? ¿Por qué nos fascinan tanto?
Pero entonces le muestro una foto a mi sobrino de ocho años, era de un atardecer, la había tomado hace poco con mi cámara digital normalita pero quedó muy bien hecha, y Christian (mi sobrino) suelta esta perlita: Textualmente

-     Wow tío está muy fina.

-   ¿Te gusta? -Le pregunte

-   ¡Sí! Está muy fina, esto no lo hubiera podido ver con mis ojos.

Y tratando de entender que me quería decir –porque a veces dice muchas pendejadas- me di cuenta que la había pegado. Me dio la respuesta sin quererlo: Me gusta la fotografía porque la cámara capta cosas que mi ojo no puede de una misma escena. Esta razón, más, todas las demás explicaciones de la gente común son validas. Brillantemente simple o al revés como quieran.