Súbitamente, y a muy temprana hora en la mañana, entra en la habitación la señora Yolanda una linda señora de mediana edad, baja estatura y un porte de dignidad en la mirada que tranquiliza la moral de cualquiera que haya pecado, y pregunta:
Hijo ¿Qué haces?
Nada… solo leo un poco. Respondí
.
No lo recuerdas ¿cierto? Hoy es el día de tu cumpleaños ya tienes 25 años felicidades.
Y con un abrazo sentí su calor en mi cuerpo, una sensación muy agradable, y la abrase con fuerza en respuesta. Tanta fuerza que hasta logre levantarla con mucha facilidad del piso. Y de pronto recordé que era cierto, tengo 25 años ya, probablemente mi cerebro había estado ocultándomelo durante los últimos días, pero ella me lo recordó y sentí algo de tristeza. No por el hecho de que me lo haya recordado sino porque ya tenía 25 años.
Ese día todo fue perfecto recibí mensajes de felicitación desde todas partes viejos amigos, gente conocida, mi familia más lejana incluso un par de ex novias todo transcurrió como en un sueño donde no tienes control de nada aunque estas ahí dentro y todo pasa sin que tu intervengas en el asunto hasta que así como así cayó la noche.
Todos dormían podía escuchar sus ronquidos desde la sala en donde yo estaba sentado paciente en una de las siempre incomodas sillas del redondo comedor que nos había dejado nuestro padre hace un tiempo -antes de marcharse para siempre-. Frente a mi yacían los restos de lo que en algún momento fue un pastel de cumpleaños, un tazón de gelatina a medio comer y un plato hondo con algún tipo de liquido oscuro en el fondo donde alguna vez reposo un quesillo casero.
No había una sola luz encendida en aquella sala pero yo podía verlo todo claramente, incluso lo que no quería ver. Era ya pasada la media noche, por varias horas, y mi cabeza comenzaba a dilatarse aun más que mis pupilas en esa oscuridad. Y la pregunta que había estado evitando y esquivando con abrazos y conversaciones banales todo el día llego inquisitivamente a mi boca; ¿Cuándo paso todo?
Recuerdo un día soleado había olor a pan en el habiente, probablemente venia de la vieja panadería de la esquina por la que debía pasar obligatoriamente para tomar el autobús de vuelta a casa. Recuerdo estar cansado pero sin ganas de volver a casa, quería quedarme con mis amigos y seguir riendo despreocupadamente todo el día. Recuerdo como latía mi corazón con fuerza cuando veía a la chica de mis sueños pasar sin siquiera notar mi presencia. Recuerdo que mi mayor problema era sacar buenas notas, y todo lo recuerdo con una frescura alucinante y atemorizante.
Tenía solo quince años cuando todo esto y nada me preocupaba, por eso cerré los ojos y me eché a descansar de lo poco cansado que estaba tenía 15 años.
Abrí los ojos luego de recordar y con un suspiro asfixiantemente profundo volví en mi, 10 años después ahora con 25 años y me pregunte nuevamente como en una especie de dejavú ¿Cuándo paso todo?
Me despegue de la silla del redondo comedor. Me despegue del dulce olor de las sobras en la mesa para acercarme a la ventada y mirar las luces de la ciudad a través de una ventana amplia con hostiles bordes metálicos fríos al tacto y filosos a la vista que me desanimaron de la idea de apoyarme y descansar para observar. Mire un punto fijo por casi cinco minutos hasta que mi vista comenzó a molestar buscaba la respuesta a la pregunta dentro de esa lucecita lejana pero no estaba ahí, por el contrario, halle mi respuesta en los puntos oscuros del paisaje pues me di cuenta que así como la oscuridad cubre la imagen de mi ventana mi despreocupación cubrió mi década pasada desapercibida y ahora solo puedo ver puntos de luz sin sentido en ella.
Camine hasta mi cuarto me metí en la cama y luego de obligarme a tragar mi inhóspita conclusión resolví cerrar los ojos, esta vez solo por ocho horas máximo, para no despertar con 35 y para mas nunca tener que repetir la pregunta, no por tercera vez.