Desde hace mucho tiempo he tenido el extraño hobby de quedarme lelo viendo un punto fijo en el espacio en el que estoy sin importar la hora ni el momento, no importa incluso si estoy acompañado o si estoy solo, aunque en soledad soy más vulnerable.
Desde el momento en el que me di cuenta que hacer esto no era algo común para mucha gente comencé a esconder, con algo de dificultad en los primeros momentos, este hobby que se convierte en vicio cuando quiere. Pero desde hace unos cuantos años para acá he aprendido a lidiar con él hasta el punto que he sabido cómo sacar provecho de los momentos en los que me quedo “pegado” viendo un punto desenfocado en el horizonte más cercano a mí, ya sea en el por puesto bullicioso o en el mar de murmullos del metro de mi ciudad (Caracas).
Los días lluviosos son especiales para practicar, solo me siento en algún sitio donde pueda ver la lluvia caer y ya está. Los segundos comienzan a avanzar más lentamente, sientes que todo a tu alrededor se calla la mente comienza a ir mas y mas deprisa convirtiendo en una larga y fructífera vida cada uno de esos segundos que permaneces aislado. Esos segundos son pequeñas vidas para mí para que me deleite viendo el reflejo de mis ojos paralizados en las deformes y cristalinas góticas que caen desde el cielo gris.
Las noches iluminadas ya sea de arriba o de abajo también son muy buenas y si te acompaña una botella de vino y un sentimiento anudado pues mejor aun.
Cada vez que esto sucede me siento extraño y cada vez que el lapso termina y vuelvo a ver las cosas como debería verlas no puedo evitar sonreír y decirme sin mover los labios pero con un tono tan fuerte como la misma llovía o la misma noche; “Jon cada vez estas más loco” y cierro el telón con un parpadeo fuerte y un respiro vigoroso como que si todo ese tiempo que estuve en trance no hubiese estado respirando pero aun así no fueron sino unos pocos segundos, unos segundos para mi, unos segundos para mirar fijo.